Todos los días, aproximadamente 2.5 millones de londinenses (fuente Wikipedia) utilizan los servicios del metro en Londres. Cifra que podría ser muy atractiva para cualquier publicista o gerente de mercadeo como punto de contacto con determinada marca. Pero existe un pequeño inconveniente: El comportamiento del consumidor cuando está dentro del metro. Tenemos a un consumidor que va de prisa, ensimismado pensado en sus asuntos, por lo general, leyendo su propio libro o pegado a los audífonos de su iPod; es un consumidor que no está atento a ningún tipo de estimulo del exterior, es un consumidor cero receptivo a cualquier tipo de publicidad.
En medio de este panorama, nace hace ya 11 años, “Metro” un diario gratis que circula en el metro de Londres y de las principales ciudades aledañas. En la mañana ya se sabe que en las entradas de las estaciones habrá un mueble con periódicos para el día o muchas veces también se tiene una especie de impulsador que hace que uno no tenga que ni parar a recoger su ejemplar porque éste llegará directamente a sus manos.
En el Metro no encontrarán grandes análisis noticiosos, nop, se encuentran reseñas rápidas de los hechos, sólo para mantener informada a la audiencia de lo que pasa tanto a nivel nacional como internacional. Muchas personas dicen que este periódico no es crítico, no es relevante en sus noticias, pero ese es precisamente su objetivo: Dar hechos relevantes de las principales noticias porque está planeado para ser leído en 20 minutos, el recorrido promedio de los londinenses en el subterráneo.
Todavía me acuerdo que cuando llegué a Londres pensé que encontraría en el metro un escenario completo de nuevas propuestas publicitarias; y no ha sido así. Tenemos avisos en sus paredes, algunos con algo de movimiento y hasta animaciones cortas. Dentro de los trenes también hay pequeños afiches. De resto, tenemos un periódico que todos los visitantes esperan cada mañana y aunque no es la maravilla, es el medio de comunicación que se ha apoderado del metro. Seis meses después, habiendo caminado por sus instalaciones, por lo menos dos veces al día, me doy cuenta que aunque hay mucho por hacer, el recorrido no es fácil porque es un espacio en el que aunque todos pensemos que el consumidor está sin hacer nada, está precisamente en un limbo en el que es difícil de entrar.
Por ahora, seguiré viendo a los londinenses sentarse a leer “Metro” durante su recorrido en el metro hacia su trabajo o lugar de estudio y será entretenido seguir viendo cómo pasa de mano en mano porque cuando alguien termina su lectura no han pasado dos segundos para que alguien ya esté solicitando leerlo.
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